Cápsulas de Boxeo , deportes Martes, 17 marzo 2015

El peruano que peleó con Rocky

VIERNES 14 DE MARZO DE 1969, NUEVA YORK: A unos pasos de la entrada del Madison Square Garden, en la esquina de la Octava Avenida y la Calle 34 en Manhattan, un moreno de 1 metro 93 parece distraído al lado de un puesto de venta de periódicos. El New York Times habla sobre el bombardeo de Camboya, secretamente ordenado por el presidente Richard Nixon y Janis Joplin está en la carátula de la revista Rolling Stone. El personaje no lee ni habla inglés y por eso, toda su atención está sobre la marquesina del Garden que en letras negras dice:

TONIGHT MAIN EVENT 10 ROUNDS: CHUCK WEPNER vs ROBERTO DAVILA

El hombre de esta historia es Roberto Dávila, un peruano nacido en Surquillo y esa noche iba a enfrentar al boxeador cuya historia fue la inspiración de Sylvester Stallone para la película ‘Rocky’. Ambos todavía eran contendores que buscaban abrirse paso entre la talentosa generación de pesos pesados de la época. Treinta años después, mientras Wepner era enviado a prisión por tenencia de drogas, Dávila sería asesinado por su propio hermano de una cuchillada en la espalda.

 

El verdadero ‘Rocky’

El momento bajo las luces de Chuck Wepner –su pelea por el título con Muhammad Alí– todavía tardaría en llegar unos seis años. Nacido a orillas del río Hudson en el barrio obrero de Bayonne, Nueva Jersey en 1939, y luego de un breve paso por la infantería de marina de los Estados Unidos, Chuck se ganaba la vida como guardaespaldas en clubes nocturnos del área metropolitana de Nueva York cuando un promotor local lo convenció de probar suerte como pugilista. Como amateur ganó los Guantes de Oro de Nueva York en la categoría pesado y debutó tardíamente como profesional en 1964.

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Pronto quedó claro que la carrera de Wepner tenía como destino seguro el olvido. Limitado técnicamente, su fama en el circuito boxístico se cimentó en la facilidad con la que sufría cortes en la cara y sangraba durante sus peleas. Por eso, un cronista lo bautizó como “The Bayonne Bleeder” El Sangrador de Bayonne»). Los aficionados lo catalogaban como un“Palooka” (término que se usa para los boxeadores que en español llamamos “paquetes”) y decían que solo Drácula había tragado más sangre que él.

Pero en enero de 1975, la suerte de Chuck cambió cuando su manager recibió una llamada de Don King, el promotor de Muhammad Alí. Alí había recuperado el título noqueando de manera espectacular al aparentemente invencible George Foreman en Zaire y necesitaban sacarle lustre al cinturón con una defensa fácil. Chuck Wepner cumplía con los requisitos para ese puesto de trabajo, pues era inofensivo y, además, era blanco.

El combate tuvo lugar el 24 de marzo de 1975 frente a 15 mil aficionados en la Arena Richfield de los suburbios de Cleveland, Ohio, el patio trasero del polémico Don King. Mientras James Brown rendía su versión peculiar del himno nacional estadounidense, pocos esperaban que Wepner –el palooka, el convidado de piedra– fuera a pasar del quinto round frente al más grande de todos los tiempos.

Pero Chuck asimiló todo lo que el campeón del mundo le lanzó y casi le debe haber ocasionado un infarto a King en el noveno asalto luego de derrumbar a Alí –haciéndole perder el equilibrio al pisarle un pie. En el decimoquinto, a 19 segundos de completar la hazaña, sucumbió ante la última carga del avergonzado Muhammad, quien se adjudicó la victoria por nocaut técnico. Sin embargo, nadie nunca ganó más en la derrota que el «Sangrador de Bayonne» esa noche en Cleveland.

 

A esa misma hora, un actor de segundo orden que tenía algún tiempo buscando una historia que le abriera las puertas de Hollywood, estaba mirando la pelea por televisión. Sylvester Stallone reconoció que la epopeya de Chuck era perfecta para el guión que estaba buscando: Wepner, el ninguneado, el actor secundario como él, sería Rocky Balboa. Alí sería Apollo Creed. Un año después ganaría el Oscar a la mejor película.

 

El Grandazo de Surquillo

Como Wepner y Stallone, Roberto Dávila Salinas estaba condenado a ser actor de reparto. Nació en el Hospital Obrero de la Avenida Grau en 1940 y el talento que demostró para el deporte de los puños lo rescató a temprana edad de las calles sin salida de Surquillo. Cuando aún no había cumplido 18 años, Max Aguirre, el promotor de Mauro Mina midió sus manos inmensas y su maxilar desproporcionado y reconoció en él a una atracción para las veladas que organizaba su empresa boxística. Dávila era un espécimen extraño en un país que siempre fue escaso en la producción de pesos pesados.

Aguirre lo hizo debutar como profesional en la Tribuna Norte del Estadio Nacional en 1960 como preliminarista de la pelea de Mina con el estadounidense Jesse Bowdry y desde entonces, el surquillano se hizo conocido como el acompañante empedernido y sparring partner del mejor boxeador peruano de todos los tiempos.

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Tres años después, Dávila ya era campeón nacional de los pesados e hizo su primer viaje a Nueva York al lado de Mauro. Era el cumpleaños número 30 del chinchano y ambos iban rumbo al Madison Square Garden. Esta vez se habían cambiado los roles. Mina iba a ser esquina del extravagante “Grandazo de Surquillo”, pues luego de descubrir la operación por desprendimiento de retina a la que se sometiera el primero en Marzo de 1963, la Comisión Atlética de Nueva York suspendió su pelea programada con Allen Thomas para ese fin de semana y le quitó la licencia para boxear. A diferencia de Stallone y Wepner, sin embargo, las cartas nunca jugarían a favor de Dávila. Al llegar al Madison, recibieron la noticia de que la pelea del surquillano también había sido suspendida, al igual que todo evento público en los Estados Unidos ese fin de semana. Era el 22 de noviembre de 1963 y John Fitzgerald Kennedy había sido asesinado en Dallas.


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La carrera de Roberto recién se estaba iniciando, pero luego del retiro de Mina y Aguirre, escogió el único rol que le quedaba disponible: el del trotamundos que, con los guantes siempre en la maleta, estaba dispuesto a pelear donde sea que le ofrezcan unos cuantos dólares. Así fue a Argentina donde disputó el título sudamericano de los pesados con el legendarioGregorio «El Goyo» Peralta, combate que perdió por puntos luego de quince rounds intensamente disputados. El ascendente ‘Ringo’ Bonavena tampoco pudo doblegar su resistencia en el Luna Park en 1968 y tuvo que conformarse con una victoria en las tarjetas después de diez asaltos.

Peleó en Las Vegas, Los Ángeles, Miami, Milwaukee, Nueva York, Estocolmo, Hamburgo y Caracas. Perdía casi tantas veces como ganaba, porque nunca escogía a sus rivales y a veces lo llamaban con un par de días de anticipación. Así llegó a Liverpool en febrero de 1968 para vérselas con Brian London‘La Roca de Blackpool’, el ídolo local, ex campeón europeo y retador al título mundial. En el quinto asalto, Dávila le reventó una ceja al inglés y en el sexto, ante el torrente de sangre que emanaba, el réferi tuvo que decretar la victoria del peruano por nocaut técnico.

Fue el primer ser humano en aguantarle de pie a George Foreman, hazaña que solo lograron tres de las cuarenta y cinco víctimas del estadounidense en la primera parte de su carrera. Su nómina de rivales se lee como un quién es quién de contendores en quizá la época más brillante de la categoría pesado. Aparte de los ya mencionados, también intercambió cuero con Cleveland Williams, Buster Mathis, Jimmy Ellis, Joe Bugner, Amos Lincoln, Ernie Terrell, entre otros. Siguió peleando en la década del setenta, pero las llamadas de otras partes del mundo comenzaron a ser más esporádicas. En febrero de 1973 disputó un empate en un coliseo de La Victoria con el único otro peso completo nacional de la época: Guillermo ‘Willy’ De La Cruz. Entre los espectadores estaba el escritor argentino Julio Cortázar, quien se referiría luego al enfrentamiento como el peor que le había tocado presenciar en su vida.

Sin ganancias considerables en el ring, Dávila terminó sus días viviendo en un terreno baldío del barrio de Atocongo. Su medio hermano, Óscar Rivadeneyra llegó a pelear por el título mundial en 1983, pero para ese entonces ya Roberto estaba alejado del mundo del boxeo y vivía de trabajos esporádicos. Lo poco que ganaba lo gastaba en su adicción a la pasta básica de cocaína y como Wepner, también conoció la cárcel. Una mañana del año 2000, su nombre apareció otra vez en los diarios locales. El «Grandazo de Surquillo» había llegado sin vida al hospital de Villa María del Triunfo. Otro medio hermano –y también boxeador– de apellido Anchante, le había asestado una puñalada por la espalda luego de un confuso incidente.

 

La pelea

Wepner y Dávila, los dos actores secundarios, subieron al ring del Felt Forum del Madison Square Garden la noche del 14 de marzo de 1969 con la esperanza de poner su nombre entre los contendores al título que entonces detentaba Joe Frazier. 2,500 personas pagaron para ver a dos tipos cuya característica principal era ir para adelante sin consideraciones defensivas. Y ambos retribuyeron el valor de la entrada con una batalla sin cuartel donde, fiel a su estilo, Wepner sangró después de ser cortado en el ojo izquierdo.

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Luego de diez asaltos, uno de los jueces consideró que el esfuerzo de ambos merecía ser premiado con un empate. Los otros dos, sin embargo, vieron ganador al verdadero Rocky por la diferencia de un round. Con el anuncio de la victoria del hombre de Bayonne, bajó un abucheo ensordecedor de las graderías y algunos objetos fueron lanzados al cuadrilátero. Mientras Wepner regresaba a los vestidores, otros mostraron su desaprobación escupiéndolo y, cuando la policía los desalojó del recinto, causaron desmanes en las afueras, rompiendo los escaparates de las tiendas de la Octava Avenida. Terminaba una noche más de boxeo en el viejo Garden.

Epílogo

En el 2004, luego de haber pasado dos divorcios, dos temporadas en la cárcel –primero por posesión de cocaína y luego por estafa– y mientras se ganaba la vida vendiendo licores, Chuck Wepner tuvo que demandar a Sylvester Stallone en una corte de Nueva Jersey para que éste reconociera que su historia sirvió como inspiración para la película ‘Rocky’. Teniendo en cuenta los miles de millones recaudados por la franquicia, los abogados del boxeador pidieron 15 millones de dólares. Antes de ir a juicio, Stallone llegó a un arreglo por una cantidad no revelada.

Conocí al verdadero Rocky en octubre del 2010 durante una velada en Union City, Nueva Jersey, en la que peleaba Jonathan Maicelo. Wepner no recordaba el incidente de los escupitajos, pero sí el combate con Dávila. No sabía del final trágico del surquillano y mientras algunos admiradores le pedían autógrafos que él firmaba como “The Real Rocky”, me miró, bajó la cabeza pelada y contrajo el rostro lacerado por mil batallas antes de decirme:

“Esto del boxeo, muchacho, es un negocio muy duro”